David me llama por teléfono. Ha llegado su transplante de médula de Estados Unidos, y tienen que ingresarle en Valle de Hebrón. Me pide que yo tenga a Nora mientras está hospitalizado, y yo, por supuesto, no puedo negarme... ni por él, ni por Nora.
Nora llama a los niños con su mirada.
Ellos la acarician suavemente, pues les he enseñado que alos galgos no les gusta el bullicio ni el ruido. Me gusta ayudarles a entender a los galgos, a respetarlos, y sobretodo, a quererlos.
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